Pueblos árabes compuestos por sirios y libaneses emigraron hacia otros países a fines del siglo XIX, entre las causas se encuentra que en aquel entonces Siria estaba bajo la dominación del Imperio Otomano, sufriendo pobreza, opresión, esclavitud y atraso cultural. Los pioneros de la inmigración árabe no pertenecían a las clases más desposeídas de la población, sino por el contrario, a los estratos medios y altos. Emigrar no fue en un primer momento una tarea fácil, “no solo era preciso burlar las prohibiciones del sultán sino también disponer de los bienes necesarios, para obtener, mediante su venta o hipoteca, el valor de aquella azarosa travesía” (Federación de Entidades Argentinas Árabes, 1990: 14). Solo estuvo la emigración al alcance de pequeños propietarios, en especial provenientes de las ciudades costeras de El Líbano. Puede decirse que en este primer momento de la emigración, dejaron El Líbano y Siria sus más ilustradas minorías, de otra manera, resultaría imposible explicar el papel que jugó el movimiento intelectual árabe en América. Los primeros inmigrantes árabes llegaron a nuestro país alrededor de 1869 y “fue la corriente inmigratoria que tuvo menor número de retornos, sólo regresaron a su tierra aproximadamente el 15%. Al comenzar el siglo arribaron significativamente y aumenta durante la Primera Guerra Mundial y fue mayor su volumen entre 1920 y 1930” (Wolf, 1991: 156). Esta corriente inmigratoria llegó sin un organismo oficial o agencia de inmigración que los asesorara sobre su radicación, ni pasajes subsidiados, lo que nos da una idea de la limitación y dificultades que tuvieron que afrontar para vencer obstáculos como el idioma, cultura y costumbres locales. Se afincaron mayoritariamente en las provincias del NOA, quizás por la similitud climatológica y topográfica con sus tierras de origen. Por ejemplo, en la provincia de La Rioja, los árabes se establecieron en gran número. A principios del siglo XX, la corriente inmigratoria árabe llegó a Jujuy, compuesta por libaneses y sirios (con mayoría de los segundos). Provenían de –entre otras– las ciudades de Hamah, Homs, Siria, Mohardi.Palestina.Bagdad.Damasco y otras ciudades. Estos inmigrantes llegaron a Brasil, Montevideo o a Buenos Aires y, desde allí se dirigieron a las provincias de Santiago del Estero y Salta, quizás por las correspondencias con sus parientes y amigos para atraerlos hacia estas latitudes. Los que se trasladaban a Jujuy se establecieron en San Salvador de Jujuy, San Pedro de Jujuy, Perico, El Carmen, Ledesma y La Quiaca. La mayoría eran cristianos ortodoxos, y otros de la religión musulmana. Estos últimos trataron de mantener su idioma, considerando sagrado porque el Corán está revelado en árabe y también oficiaban sus ceremonias religiosas en árabe. Numerosos sirios y libaneses se dedicaron al comercio, otros ya profesionales ofrecían sus servicios a la población. Como consecuencia de la política inmigratoria implementada por los gobiernos nacionales, a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, un gran porcentaje de inmigrantes arribaron a la Argentina procedentes, principalmente, de Europa. La mayoría se radicó en las provincias del Litoral y la Pampa Húmeda, pero gracias a la instalación del ferrocarril a Bolivia, una exigua proporción de inmigrantes siguieron rumbo al NOA, llegando a Jujuy. Si bien en dicha provincia no se formaron colonias agrícolas, los inmigrantes se dedicaron preferentemente a la agricultura, comercio, oficios artesanales. Con respecto a la corriente sirio libanesa, aportaron, principalmente desde el comercio, a la circulación de bienes y mayor accesibilidad de la población local a los bienes tanto en la Capital jujeña como en el interior. Se adaptaron rápidamente a las costumbres del NOA, integrándose de tal modo a la vida criolla que podemos encontrar descendientes de la corriente sirio libanesa cultores del folclore nacional. Finalmente, la movilidad social en Argentina posibilitó a los hijos de inmigrantes conformar un alto porcentaje del mundo profesional local, constituyendo la clase media de Jujuy. Los aportes de estas dos corrientes –la laboriosidad, la capacidad para emprender proyectos de todo tipo, el espíritu de lucha y el afán de superación que impregnó todo el quehacer cultural de dicha provincia desde fines de siglo XIX con la llegada de árabes– continúan vigente con sus descendientes quienes –junto a todos los demás miembros de la comunidad– contribuyen al desarrollo de la SOCIEDAD SIRO LIBANES.
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